
Cada Día de Andalucía cuando veo la bandera y escucho el himno me acuerdo de “La historia de Octavita”. También podría decir “Mi historia como Octavita”, pues Octavita era yo.
Contenidos
- ¿Debemos sentirnos orgulloso por el hecho de nacer en un sitio?
- “La historia de Octavita”
- Dos personas diferentes que internacionalmente parecen iguales
- Octavio había vivido en Shanghái como campus principal
- Mismo habla, movimientos, gustos y misma alegría como forma de tomarse la vida
- Coincidí nuevamente con él en el World Economic Forum y nos echaban fotos como animales en peligro de extinción
- ¿Por qué somos tan alegres los andaluces?
¿Debemos sentirnos orgulloso por el hecho de nacer en un sitio?
El Día de Andalucía se supone que todos los andaluces deberíamos de sentirnos orgullosos de ser andaluces. Yo últimamente me planteo que qué mérito tiene sentirse orgulloso de algo que no te ha costado esfuerzo. Para bien o para mal yo nací en Andalucía y punto. Con sus ventajas e inconvenientes. Tuve buena suerte o mala suerte, según se mire. Pero cuando estaba estudiando mi MBA internacional, viajando entre San Francisco, Dubai y Shanghái pude sentirme orgullosa de ser andaluza. Os cuento la historia:

“La historia de Octavita”
Durante el año que estudié mi Máster, hice una rotación en Dubai y, posteriormente, en Shanghái. Hult, que es mi escuela de negocios, tiene campus por todo el mundo y hay unos meses en los que se puede rotar por hasta dos ciudades aparte del campus principal. Mi campus principal era San Francisco y al llegar al primer destino de rotación que era Dubai, entre otra mucha gente, coincidí con un chico andaluz de la parte de Cádiz.
Dos personas diferentes que internacionalmente parecen iguales

Él era muy alto, guapo y delgado y había estudiado Ingeniería de Caminos. Tenía la piel y el pelo muy moreno y los ojos verdes, quiero recordar, pero vamos, que resultaba el típico guaperas andaluz que en algunos bares de Europa ni dejarían entrar por confundirlo con un turco o un árabe. A mí me pareció un poco serio, tímido y como siempre andaba rodeado de chicas ni me acerqué demasiado a él. Con su acento de la parte oeste de Andalucía con la que los de la parte este tan poco nos identificamos me pareció un poco estirado, la verdad.
En los dos meses de Dubai no nos vimos mucho, pues él habría cogido asignaturas optativas más de números y yo me centré en otras sobre contextos complejos e inteligencia emocional. Después de esos dos meses él se fue a su siguiente destino de rotación y yo al mío que era Shanghái.

Octavio había vivido en Shanghái como campus principal
Mi sorpresa fue que cuando llegué a Shanghái, viví en una residencia donde Octavio también había pasado su primer módulo. Todos mis compañeros al ir conociéndome me decían que era igual a él. Y yo me reía porque éramos totalmente diferentes física y psicológicamente. Sin embargo, mis compañeros insistían en que éramos iguales e incluso todos empezaron a llamarme “Octavita”, por la diferencia en altura, claro está.
Mismo habla, movimientos, gustos y misma alegría como forma de tomarse la vida
Decían que hablaba como él, que me movía como él y que me comportaba de la misma manera que él. Entonces empecé a sentirme orgullosa porque noté que Octavio había sido una persona muy carismática y que había enamorado a todos los estudiantes con su alegría y… arte, en definitiva. Decían que hacía preguntas súper inteligentes en clase y que era muy trabajador. Además destacaban que nunca se agobiaba por más y más trabajo y exámenes que tuviéramos. También me recomendaban los sitios que a él le gustaban para comer comida China auténtica en la calle y tengo que reconocer que, efectivamente, lo que a él le gustaba a mí también.
Coincidí nuevamente con él en el World Economic Forum y nos echaban fotos como animales en peligro de extinción

Después de mis dos meses en Shanghai volví a coincidir con él en el World Economic Forum de Davos donde nos juntaron a todos los estudiantes de los diferentes campus. Allí mismo nos graduamos juntos. Hablando con él le conté la historia e incluso nuestros amigos se reían y nos echaban fotos como si fuéramos dos animales en peligro de extinción.
Recuerdo que él me comentó que el trabajo no estaba reñido con la alegría y que sí que éramos animales en peligro de extinción. Sin embargo, me dijo que en Madrid se reían de su acento y le gastaban las bromas con los típicos prejuicios. Como en Andalucía apenas hay trabajo y la mayoría del talento tiene que emigrar Octavio no quería regresar a España al terminar sus estudios.
Curiosamente ese acento que tanto ridiculizan en España internacionalmente a mi siempre me lo han tomado como gracioso y hasta sexy.
¿Por qué somos tan alegres los andaluces?

Con esta anécdota entendí que quizás sea el sol de Andalucía el que nos alegra los corazones. El que nos da esa paz interior para tomarnos las cosas con buen humor. O quizás sea la pillería heredada de los últimos árabes que vivieron en la península. El caso es que los andaluces tenemos, en general, lo que ahora se valora tanto en las empresas y que yo llamo “tener manga ancha” o “buenas tragaderas”. Tenemos amplia experiencia en esos dos valores y eso ayuda a que nos adaptemos bien por el mundo y no ir con el “culo encogido y la cara de amargados” que llevan otros. Aunque a veces con envidia, tenía que ver cómo otros encontraban trabajo en su tierra cerca de su familia mientras a los andaluces nos costaba echarle más imaginación o preparación.

Los andaluces somos gente diversa, fruto de la mezcla de infinidad de culturas que pasaban y siguen pasando por nuestras fronteras.
A los andaluces nos gusta estar en la calle y compartir nuestra vida con la familia y los amigos… y ¿acaso no es eso lo más importante?
Por suerte, o por desgracia, soy andaluza y más concretamente de Almería. Y aunque Almería está en la periferia de Andalucía, en todos los sentidos, me alegra saber que compartimos esa alegría por la vida.
¡Feliz Día de Andalucía!
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